Erase una vez un rey muy
bueno, muy bueno, buenísimo, y
campechano como su padre, que viajó a un reino terrorífico donde los reyes
hacían azotar a los blogueros hasta que la carne se les desgarraba y morían
entre el dolor y las infecciones. En aquel
horrible reino todos los que protestaban sufrían terribles castigos,
especialmente las mujeres que eran tratadas como mercancías. El rey muy bueno,
muy bueno, buenísimo, y campechano como su padre, sintió pena de aquellos reyes malvados y les trasladó todo su cariño, y el del pueblo
español. El rey Felipe hablaba en nombre del pueblo español porque creía
que todo el pueblo español era suyo, pero a muchos españoles no les gustaba que
azotasen a las personas hasta la muerte.
El rey Felipe sabía que reinar no era cosa fácil y había que
defender el trono con todas las armas posibles. Él mismo tuvo que convertirse
en rey de la noche a la mañana para que su hermana, la Infanta, no lo vendiese.
La Infanta
era tonta perdida pero a la hora de
hacer negocios una luz, Real o divina, la iluminaba. Luego de consolar a los
reyes feroces, el rey Felipe regresó a su reino donde le esperaban la reina
Varela y las infantitas. Al llegar se fueron todos
al cine a ver una película indie, y a comer palomitas. Los niños del bloguero
no podían ir al cine con su papá porque estaba en la cárcel esperando que se
curasen sus heridas y así poder recibir otros cincuenta latigazos más de los
mil que le correspondían. Y colorín,
colorado, este cuento continúa.
Y mucho más en dsancheztenmadrid.blogspot.com y en dsancheszten69.blogspot.com
El próximo sábado más. Feliz semana.
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